La paciencia o perseverancia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. De acuerdo con la tradición filosófica, "es la constancia valerosa que se opone al mal, y a pesar de lo que sufra el hombre no se deja dominar por él"[cita requerida].
Aristóteles en sus Éticas alude a esta virtud como equilibrio entre emociones extremas o punto medio: metriopatía.
Con ella se consigue sobreponerse a las emociones fuertes generadas por las desgracias o aflicciones. Para ello es necesario un entrenamiento práctico ante el asedio de los dolores y tristezas de la vida, una poliorcética, que fue desarrollada por filosofías posteriores, en particular el Estoicismo. El Cristianismo, posteriormente, tiene a esta virtud personificada en la vida de personajes bíblicos como Job o el mismo Jesucristo. Esta virtud no cardinal (aunque puede ser parte de la cardinal Fortaleza) posee un vicio antitético en el pecado capital de la Ira.
La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Es la virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas sucedan, ya que piensan que a las cosas que no dependan estrictamente de uno hay que darles tiempo.
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